La culpa.
Era la culpa.
Estaba allí, fuerte, firme y poderosa.
La culpa que convertía cualquier momento de felicidad terrena en un miedo imposible de dominar.
La culpa que penetraba en las mentes y las almas hasta convertirse en un cáncer implacable.
La maldita culpa que acechaba por todos lados.
Ella unida al tiempo.
"El gran dilema de las parejas de hoy. Uno duda, el otro siente su peso. Alguien la definió una vez como una de las lacras más absurdas de la religión católica"
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